domingo, 12 de mayo de 2013

ALFREDO LANDA, NOS DEJA EL HOMBRE. EL ARQUETIPO PERMANECERÁ



Los acontecimientos de estos últimos días han provocado en mí una honda tristeza, se ha marchado Alfredo Landa: un referente, un señor, un espejo …
Los medios de comunicación se han encargado estos últimos días, en destacar el excelso actor que era don Alfredo en los Santos Inocentes, en El Crack, etc, reivindicando al intérprete más allá del landismo, fenómeno que en estos panegíricos queda relegado a un segundo lugar y se trata como algo vergonzoso, que no encaja con la corrección política imperante y que desde mi punto de vista es terriblemente injusto.
Creo que el landismo, que se ve como un fenómeno intrínsecamente franquista, fue la verdadera revolución que se dio en España en el s.XX, nuestro asalto a la bastilla, nuestra revolución de los claveles, la espita que prendió la llama de la transición y que finalmente propició la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea como ciudadanos de pleno derecho, como iguales…
Los que tuvimos nuestra infancia en la década de los ochenta, sabemos algo de ciencia ficción, crecimos con la saga Star Wars, viendo a Marti Mcfly subir en un Delorean plateado, viendo tiburones extraordinarios acechando las costas de Amity Island o soñando que llevabas en la cesta de tu Bmx un extraterrestre envuelto en una manta… todas estas películas no tienen nada que ver con las del llamado landismo, eso es ciencia ficción con mayúsculas.
 
Las películas del landismo no nos mostraban hobbits que partían al alba a desafiar a las fuerzas del mal en la tierra de Mordor, donde se extienden las sombras; nos mostraban hechos mucho más fascinantes e inexplicables, nos adentraban en un mundo mágico de fantasía donde españoles de menos de metro setenta seducían a toda suerte de nórdicas apretadas y turgentes… El arquetipo landiano no domina los idiomas, por lo que confía a su atractivo físico, a su parte animal y primigenia la suerte amatoria, con excelentes resultados. Todos los que vimos de niños estas películas, crecíamos con el peso sobre los hombros, heredado de décadas de aislamiento franquista, de un complejo de inferioridad respecto a todo lo que sonaba a Europa… y con esto por primera vez rompe el landismo.
 
El arquetipo landiano, es reconocible para todos los niños que crecimos delante de un telefunken con laterales de madera; era el padre de todos y cada uno de nosotros, era el hombre que genéticamente estábamos destinados a ser. Encendió en toda una generación de niños, embutidos en camisetas prietas de comando G, un orgullo patrio despojado de ideología política, universal e incluyente que se alojó en lo más profundo de nuestro cerebro reptiliano, donde se controla el comportamiento y el pensamiento instintivos para sobrevivir.
Este sentimiento nos hacía mirar a Europa como Tercios al servicio de los Austrias, sentirnos como aquellos bravos españoles que eran la troika del siglo XVI e imponían medidas de austeridad en Centroeuropa, auxiliados de sus picas y arcabuces. La aparición del arquetipo landiano en cualquier piscina de Benidorm, inspiraba en aquellas voluptuosas europeas, el mismo temor y ganas de entregar la Plaza, que la visión en lontananza de la bandera blanca con el aspa roja. Hasta la aparición del landismo, nadie desde aquellos recortados y enjutos soldados españoles, había osado llamar “muslitos” a una teutona de metro noventa.

Hemos sobrevivido estoicos al aerobic, a la comida macrobiótica, a los bolsos masculinos, a las cremas exfoliantes, a la depilación corporal, a la irrupción de los metrosexuales y demás intentos del sistema en instaurar la androginia sistémica, gracias a que dentro de nuestra psique tenemos en Alfredo Landa nuestro particular Übermensch nietzschiano, un referente, que con la aparición de la tdt y desaparición de cine de barrio, nuestros jóvenes no tienen.
Nuestra generación supo integrarse en la CEE sin complejos gracias al landismo, cuando un joven ejecutivo español iba a Estocolmo a cerrar un trato, miraba a los ojos de su interlocutor, con la seguridad del que quizás está mirando a su hermano bastardo. Nuestra generación tuvo la oportunidad de desprenderse de los complejos y dar un aldabonazo en la puerta de la vieja Europa, con la aparición del programa Erasmus; entonces cientos, miles, de españoles pusieron en práctica las enseñanzas de don Alfredo. Cómo hace unos años diría Wolfgang Triedich, cofundador del programa Erasmus, al enterarse de que su única hija estaba en cinta de un estudiante de Palencia: pusimos un circo y nos crecieron los enanos.
El ensañamiento de las autoridades europeas, la imperiosa necesidad de crear una Europa a dos velocidades, las medidas de austeridad impuestas contra los países del sur, tiene su origen en la atracción que las gélidas nórdicas sienten por apoyar su cabeza en un pecho hirsuto, mientras las llaman muslitos. En esto y en un hecho acaecido hace algunas décadas: una no muy agraciada alemana llamada Ángela, pasaba unos días en la costa brava con ganas de entregar su flor y después de insinuarse a uno de estos arquetipos landianos, de paquete de fortuna prendido en la goma del bañador,  sólo obtuvo un rotundo “…tu no bicho!!!” que aún la hace llorar, correr a la cocina y pasar las noches en vela comiendo Apfelstrudel…
DEP Alfredo Landa