lunes, 19 de mayo de 2014

LOS ANIMALES SON BICHOS


 
Hace tiempo que estoy convencido de que nos estamos volviendo gilipollas en general, como sociedad y si me apuran como especie. Vivimos en una sociedad de consumidores, banal y superficial, sustentada en el marketing y la publicidad. Desde hace años estamos sometidos a la dictadura de la corrección política, que provoca que todo el que no siga la linea de pensamiento aceptada y buenista, es tratado como el especie de Criatura del averno. Es imposible defender determinadas lineas de pensamiento sin que despectivamente te apliquen un calificativo acabado en -ista.

Argumentar que la incorporación de la mujer al trabajo ha tenido efectos colaterales negativos en la educación de los hijos, independientemente de los argumentos que vayan a a acompañar la reflexión, te situarán en el vagón de los machistas, si expones que la continua evolución de la medicina tiene su lado oscuro, que es el crecimiento ilimitado de la población en un planeta con recursos limitados, que la guerra y la enfermedad historicamente  ha contribuido al equilibrio y que prolongar caprichosamente la esperanza de vida quizás tampoco tenga sentido, serás el nuevo Mengele, si criticas a las Femen, tildándolas de mamarrachas ni te cuento, y si a pesar de ser defensor de la igualdad de derechos y oportunidades de todos los ciudadanos, se te ocurre opinar que consideras que la homosexualidad tiene mucho de cultural, y que no entra dentro de la lógica evolutiva, puedes ponerte tu mismo la etiqueta de homófobo ultramontano.
 
Otro tema es la marquización del individuo, en el sentido de que cada persona busca ser una marca, un producto para venderse a los demás. El pensamiento y las ideas se modelan, para que terminen siendo las del personaje que queremos ser, acordes con nuestra imagen de marca. Si se supone que eres conservador te someterás al ideario y opinarás en linea con tu argumentario, si te defines progresista te ceñirás al tuyo y así con todas las submarcas existentes... A mi personalmente me gusta la gente con matices, con dobleces, con un ideario construido a partir de la reflexión individual, aunque el producto a primera vista no sea tan redondo, no resulte tan apetecible para el comprador...

Ninguno de los temas anteriores tiene que ver con el motivo de este post, que ha surgido viendo como desde las redes sociales han puesto fino a Marhuenda (que dicho sea de paso es una persona que me da bastante grima) por una afirmación que yo llevo defendiendo hace años y por la que tambien me ha llevado mis revolcones: " En el tema de los toros Disney ha hecho mucho daño".

Mi reflexión es más genérica, creo que el Animalismo es una corriente neoburguesa que surge en los años 50 con la consolidación del "American way of life" y la proliferación en EEUU de familias de clase media que empezaban a tener tiempo para ocuparse de tonterías una vez tenían cubiertas las necesidades básicas. Los nobles de todo tiempo ya conocían el concepto mascota por ese mismo motivo, pero es la aparición de las clases medias lo que genera el animalismo.
 
Por otro lado es cierto que hasta Disney, los cuentos y fábulas mostraban a animales, pero es Disney el primero que lo dota de físicos antropomorfos y conductas humanas. Humanizar a Mickey Mouse y al Pato Donald ha provocado una religión animalista en la sociedad moderna, que ha instaurado otra de las corrientes únicas de pensamiento, el sufrimiento de los animales tiene el mismo valor que el de las personas...y punto, porque es una verdad abosoluta.

Ya he contado en otras ocasiones que mi padre es originario del medio rural, y en su infancia lo educaron en el pragmatismo de aquel cuya prioridad es grantizarse la comida en el plato. El me ha transmitido un concepto claro respecto a este tema: los animales son alimañas o comida.

En mi familia sólo nos gustan los animales vuelta y vuelta sobre un plato, es un concepto muy primigenio y arcaico donde los animales se valoran en función a su utilitarismo como herramienta de trabajo dotada de vida, y una vez cumple su función pasa a ser comida conservada mediante soporte vital, como los otros animales que entran dentro de la categoría comida.
 
El resto de los animales se engloban en la categoría de alimañas, son animales potencialmente agresivos de los que no se espera beneficio, oscuras bestias que amenazan en la oscuridad de la noche, a los que siempre estamos prestos a cazar, patear o crujir...

Exageraciones aparte, ver el mundo bajo este prisma de entendimiento no tiene nada que ver con ser insensible a la defensa del medio natural o la ecología. Cualquier persona estará en contra de que ahorquen a los galgos por placer o se torture animales por el mero hecho de torturarlos (extraer a una oca el hígado para producir foie, no se consideraría tortura ya que entra dentro de la lógica pragmática), pero nada de esto tiene que ver con la conservación medioambiental.

El movimiento ecologista moderno nació en la naturaleza y en la ciencia, llevando el medio ambiente a la cultura urbana a través de pioneros como Rachel Carson, Paul Ralph Ehrlich, Aldo Leopold y otros, pensadores y naturalistas con zapatos científicos que lograron colar el desajuste entre población, progreso y sostenibilidad ambiental (en términos actuales) en el debate político y social de los países desarrollados. En cambio, el movimiento contemporáneo por los derechos de los animales es un producto netamente urbano, impulsado desde ámbitos filosóficos y jurídicos, nacido de la frívola humanización de las relaciones entre las personas y sus mascotas, y extendido al conflicto más general entre el ser humano y el resto de las especies.

La ciencia y el naturalismo no tienen nada que ver con el animalismo. Los verdaderos animalistas se mueven en terrenos próximos a la demencia. A la gran mayoría podríamos calificarlos de especistas hipócritas, capaces de sentir profundo amor hacia sus perros a los que elevan a la categoría de "persona animal" e incapaces de hacer nada por las personas que sufren en su entorno cercano.

Este animalismo creativo lleva a los hipsters del rebuzno, a vociferar y manifestarse contra la lidia de toros por la mañana, para tomarse unas chuletitas de cordero lechal a mediodía, que no deja de ser un corderito lactante arrebatado de las ubres de su madre, a maquillarse con productos testados en animales mediante crueles vivisecciones, luego por la noche se toman un par de embriones de gallina fritos con patatas y para rematar, un gin tonic con trozos de pepino, fruto de la laceración de una inocente planta con sentimientos y antes de acostarse si les pica un mosquito, lo matan instintivamente, insensibles a su sufrimiento. 

Me resulta especialmente curioso que vayamos al super y cojamos sin reparos bandejas de pavo o cerdo sin ningún tipo de escrúpulo (porque los vemos como animal-comida) pero ojo si se te ocurre decir algo de mi perro porque es mi familia... mira... tu perro es un bicho y en Corea se los comen, no es el enfermo el que reconoce al animal como tal, sino al que lo acompaña por la calle y recoge sus deyecciones con una bolsita. Por cierto si alguien visita una granja de pollos sabrá lo que es sufrimiento animal, pero entiendo que ir a un secarral de Paterna del Campo a ponerse en pelotas delante de una granja avicola no es cool ni trendy...

Hace poco me comentaba un conocido que había gastado miles de euros en una operación para su perro, que por otro lado en edad perruna era anciano, y me llevó a pensar que una sociedad capaz de permitir que esto coexista con niños que no pueden hacer todas sus comidas al día, es una sociedad enferma... quizás esto haya sido una licencia a la demagogia, pero cuanto bien haría que toda esa energía gastada en, la por otro lado respetable, defensa de los derechos del bicho, se empleara en defender los derechos humanos en sus muchas vertientes.

Otro día hablaremos de Toros...