Tengo un recuerdo de la niñez y
es que mi madre no me dejaba ver Verano Azul. No me preguntéis por qué, ella
simplemente decía que no era apropiado para niños, entiendo que es porque
salían padres divorciados y otras depravaciones que no debían ponerse al
alcance de un infante de corta edad, cosas del tardofranquismo y los albores de
la democracia… Nunca he entendido esto, creo que era el único niño de España
que tenía que ver verano azul a escondidas. Es una de esas cosas a las que les
das vueltas las noches de insomnio, que siempre salen en las regresiones hipnóticas,
o que confiesas a un extraño acodado en la barra de una venta mientras apuras
una copa de Soberano.
Los que me conocen saben mi
debilidad por las teorías de la conspiración, y creedme si os digo que se me da
muy bien detectar los fallos de matrix; a modo de ejemplo diré que creo ser una
de las dos personas del mundo que hemos descifrado el código que rige las
apariciones de Jose María Aznar desde que abandonó la presidencia (esa excéntrica
teoría de que si lleva el labio superior completamente rasurado es un punto y
si lleva algo de pelo, aunque sea pelusa, es una raya… morse!!!, cada aparición
pública es un punto o una raya, el contenido de la comparecencia es retorcido
atrezzo, y sólo podrá ser descifrado con la perspectiva de la historia).
La cuestión es que las noches de
insomnio me han ayudado a comprender toda la verdad que escondía la serie de
Mercero, una serie quién sabe por quién concebida, por qué poderes fácticos,
que transmitía mensajes adoctrinadores y mesiánicos que entonces no sabíamos comprender.
Quiero empezar por centrarme en
la figura de Pancho, Pancho era ese niño oriundo de un pueblo costero, que veía
como cada verano venían niños de Madrid con sus polos Lacoste y sus
ciclomotores vespino, con unos padres que nunca escatimaban en darles monedas
para el futbolín o comprarles frigopiés. Para Pancho su pueblo se convertía cada
verano en arcadia feliz, cuando llegaban aquellas niñas del barrio de Salamanca,
con las ingles brasileñas hechas y le buscaban como se busca al buen salvaje,
porque tenía un vínculo sincero con la ruralidad, con el yo primigenio y
arcaico, conocía los secretos de la naturaleza a fuerza de pastorear sus cabras…
Pancho no iba a la playa, nunca
salía en plan ocioso, en la serie siempre iba con la bici como con prisa de
aquí para allá, sólo pisaba la orilla del mar para coger coquinas, cómo se ve
en algún capítulo, que sin duda luego vendía a los veraneantes… era “working
class” y Mercero hace un guiño a los iniciados presentándolo como el único
personaje con el pelo largo. Esto no es baladí, en medio de la transición todos
sabían lo que representaba Pancho y su melena, una amenaza, una ruptura, al
temible burlón que primero robará la flor de nuestras hijas, para terminar
apropiándose de nuestro estatus y de los medios de producción.
El maestro Mercero, con un manejo
del lenguaje críptico sobresaliente, fraguado a base de capear a la censura
durante el franquismo, revela soterradamente la progresiva pérdida de la
virginidad de todas las chicas de la serie a manos de Pancho, representándolo metafóricamente
como la aparición de la chica montada en bicicleta. Cuando en el capítulo 5 Bea
aparece montando una Orbea rosa y mirando a Pancho con ojos golosos le dice: “no
encontramos a Tito…” claramente está revelando la pérdida, la pérdida de la
inocencia, y la bicicleta contribuye a la representación de la chica como una
suerte de lady godiva contemporánea. Ahora entiendo que mi madre cuando veía la
cabecera de la serie me mandaba a jugar con los tente, bicis, silbiditos,… sabía
perfectamente de que iba aquello…de folleteo.
Nunca se vieron a los padres de Pancho,
pero por otro lado tenemos lo que los estudiosos del medio vienen a llamar “El
Pancho doliente” y es cuando pancho corre ataviado con una camiseta de rayas
amarillas y negras por todo el pueblo para finalmente llegar a la playa, donde
sus amigos burgueses juegan al balón, gritando Chanquete ha muerto, chanquete
ha muerto!!!, excesiva muestra de dolor para un adolescente que a esa edad sólo
piensa en el botellón, es una reacción propia de los dramas clásicos ante la
muerte del ser amado… un momento… quizás Mercero nos cuenta entre líneas que
chanquete aún mariscaba a pesar de su edad, quizás nos muestra a Pancho cómo el
efebo de Chanquete que lo alojaría, dándole manutención en su barco varado,
poniendo su pensión a gananciales. Parece dar a entender que Chanquete murió
mientras hacían vete a saber qué, sólo tenemos el dato de que Pancho en aquel
juego turbio, iba vestido de abeja maya. Creo que es de todo esto de lo que mi
madre trataba de protegerme.
En sucesivos post iré aportando
más claves de esta serie que consiguió romper con los valores tradicionales y
sentar las bases del complejo y salvaje mundo que nos está tocando vivir.
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