Los acontecimientos de estos
últimos días han provocado en mí una honda tristeza, se ha marchado Alfredo
Landa: un referente, un señor, un espejo …
Los medios de comunicación se han
encargado estos últimos días, en destacar el excelso actor que era don Alfredo en
los Santos Inocentes, en El Crack, etc, reivindicando al intérprete más allá
del landismo, fenómeno que en estos
panegíricos queda relegado a un segundo lugar y se trata como algo vergonzoso,
que no encaja con la corrección política imperante y que desde mi punto de
vista es terriblemente injusto.
Creo que el landismo, que se ve
como un fenómeno intrínsecamente franquista, fue la verdadera revolución que se
dio en España en el s.XX, nuestro asalto a la bastilla, nuestra revolución de
los claveles, la espita que prendió la llama de la transición y que finalmente
propició la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea como ciudadanos
de pleno derecho, como iguales…
Los que tuvimos nuestra infancia
en la década de los ochenta, sabemos algo de ciencia ficción, crecimos con la
saga Star Wars, viendo a Marti Mcfly subir en un Delorean plateado, viendo
tiburones extraordinarios acechando las costas de Amity Island o soñando que
llevabas en la cesta de tu Bmx un extraterrestre envuelto en una manta… todas estas
películas no tienen nada que ver con las del llamado landismo, eso es ciencia
ficción con mayúsculas.
Las películas del landismo no nos
mostraban hobbits que partían al alba a desafiar a las fuerzas del mal en la
tierra de Mordor, donde se extienden las sombras; nos mostraban hechos mucho
más fascinantes e inexplicables, nos adentraban en un mundo mágico de fantasía
donde españoles de menos de metro setenta seducían a toda suerte de nórdicas
apretadas y turgentes… El arquetipo landiano no domina los idiomas, por lo que
confía a su atractivo físico, a su parte animal y primigenia la suerte amatoria,
con excelentes resultados. Todos los que vimos de niños estas películas,
crecíamos con el peso sobre los hombros, heredado de décadas de aislamiento
franquista, de un complejo de inferioridad respecto a todo lo que sonaba a Europa…
y con esto por primera vez rompe el landismo.
El arquetipo landiano, es
reconocible para todos los niños que crecimos delante de un telefunken con
laterales de madera; era el padre de todos y cada uno de nosotros, era el
hombre que genéticamente estábamos destinados a ser. Encendió en toda una generación
de niños, embutidos en camisetas prietas de comando G, un orgullo patrio
despojado de ideología política, universal e incluyente que se alojó en lo más
profundo de nuestro cerebro reptiliano, donde se controla el comportamiento y
el pensamiento instintivos para sobrevivir.
Este sentimiento nos hacía mirar
a Europa como Tercios al servicio de los Austrias, sentirnos como aquellos bravos
españoles que eran la troika del siglo XVI e imponían medidas de austeridad en Centroeuropa,
auxiliados de sus picas y arcabuces. La aparición del arquetipo landiano en
cualquier piscina de Benidorm, inspiraba en aquellas voluptuosas europeas, el
mismo temor y ganas de entregar la Plaza, que la visión en lontananza de la
bandera blanca con el aspa roja. Hasta la aparición del landismo, nadie desde
aquellos recortados y enjutos soldados españoles, había osado llamar “muslitos”
a una teutona de metro noventa.
Hemos sobrevivido estoicos al
aerobic, a la comida macrobiótica, a los bolsos masculinos, a las cremas
exfoliantes, a la depilación corporal, a la irrupción de los metrosexuales y
demás intentos del sistema en instaurar la androginia sistémica, gracias a que
dentro de nuestra psique tenemos en Alfredo Landa nuestro particular Übermensch
nietzschiano, un referente, que con la aparición de la tdt y desaparición de
cine de barrio, nuestros jóvenes no tienen.
Nuestra generación supo
integrarse en la CEE sin complejos gracias al landismo, cuando un joven
ejecutivo español iba a Estocolmo a cerrar un trato, miraba a los ojos de su
interlocutor, con la seguridad del que quizás está mirando a su hermano
bastardo. Nuestra generación tuvo la oportunidad de desprenderse de los
complejos y dar un aldabonazo en la puerta de la vieja Europa, con la aparición
del programa Erasmus; entonces cientos, miles, de españoles pusieron en
práctica las enseñanzas de don Alfredo. Cómo hace unos años diría Wolfgang
Triedich, cofundador del programa Erasmus, al enterarse de que su única hija
estaba en cinta de un estudiante de Palencia: pusimos un circo y nos crecieron
los enanos.
El ensañamiento de las
autoridades europeas, la imperiosa necesidad de crear una Europa a dos
velocidades, las medidas de austeridad impuestas contra los países del sur,
tiene su origen en la atracción que las gélidas nórdicas sienten por apoyar su
cabeza en un pecho hirsuto, mientras las llaman muslitos. En esto y en un hecho
acaecido hace algunas décadas: una no muy agraciada alemana llamada Ángela,
pasaba unos días en la costa brava con ganas de entregar su flor y después de
insinuarse a uno de estos arquetipos landianos, de paquete de fortuna prendido
en la goma del bañador, sólo obtuvo un
rotundo “…tu no bicho!!!” que aún la hace llorar, correr a la cocina y pasar
las noches en vela comiendo Apfelstrudel…
DEP Alfredo Landa
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