Estimada Señora:
Disculpe el
atrevimiento, sin conocerla, de dirigirme a usted; para mi esto es algo nuevo,
no acostumbro a alternar con mujeres, por estar ocupado atendiendo a mi madre y
preparando mis oposiciones.
A pesar de mi edad comprobará, que soy hombre de los de antes, de cuidados modales, blazier cruzada y pantalón gris de tergal, en resumen hombre de bien. Durante estos últimos años mi vida ha respondido a un férreo patrón, largas jornadas de estudio y mi pausa a la hora del vermú, para tomar una copita de rioja en Jose Luís mientras leo el abc, eso sí, los domingos misa en Los Gerónimos y partida de Backgamon con las amigas de mi madre, es curioso lo que se puede llegar a disfrutar compartiendo las tardes de domingo con un grupo de personas mayores; todas me quieren como un hijo, muchas de ellas como el hijo que nunca tuvieron, porque son mujeres yermas y solteras, pero todo esto cambió cuando hoy la he visto aparecer en la televisión...
Estimada señorita,
entenderá que no soy chico de tocarme, me gusta definirme como una suerte de
monje zen; y es por esto por lo que no derramo ni gota de mi simiente, ya que
ahí reside la energía vital, tan necesaria para conseguir mi plaza de
registrador de la propiedad. Mi cuerpo es mi templo. No negaré que cuando niño
sentía cierta curiosidad por las chicas del servicio doméstico, pero cuando
cumplí los 16 mi madre empezó a contratar exclusivamente a señoras mayores, lo
que entiendo me ha ayudado a crecer libre de tentaciones y distracciones.
Siempre confié que a
los cuarenta, ayudado por La Obra encontraría a una buena mujer, y es por esto
por lo que notará cierta dificultad al rondarla, quizás cierta frialdad
patógena, espero sepa disculparme. A pesar de mi edad, no estoy muy
familiarizado con los modos juveniles de proceder, pero creo compensar mi
candor con la integridad de mis actos y la cierta posibilidad de llegar
virginal ante el altar. Este siempre fue mi pensamiento, pero todo eso cambió
cuando hoy la he descubierto aferrada, a aquella columna de madera decorada con
oropeles...
Estimada
desconocida, parece usted mujer de armas tomar, con sus ideas y todo. Mi madre
también es mujer de carácter y por esto
la admiro, pero quiero que sepa que aunque a usted la llame fulana, no pienso
tenerlo en consideración, debe comprender que es una señora mayor, algo chapada
a la antigua, con sus manías.
No me importa que
sea una de esas mujeres que fuman y entran en bares, de todo tiene que haber en
la viña del Señor. Hasta ahora siempre he sido inflexible en mis convicciones,
pero creo que todo eso cambió cuando hoy la he contemplado siendo desalojada
por los guardias de seguridad, desafiando a los principios de la gravedad...
Estimada militante
de FEMEN me gustaría confensarle que he sentido una pulsión, al verla
reivindicando de esa manera tan visceral sea el que fuera su mensaje. No pude
acertar a leerlo, porque estaba embelesado por la turgencia de sus senos, por
la forma en que ustedes daban aquella suerte de golpe de estado con el torso
desnudo, apuntando al hemiciclo con sus pezones erectos quizás por el frío, es
lo que tiene la peligrosa mezcla de edificio antiguo y las corriente de aire.
En casa siempre hemos sido más de Tejero, pero definitivamente creo estar
escorándome de la que hasta ahora había sido mi corriente de pensamiento.
Noto que algo crece
dentro de mí o adosado a mí o anexo a mí, quizás se esté forjando un activista
social, y es por este motivo, por el que le ruego que me lleve con usted lejos
de aquí, que me lea al oido el libro rojo de Mao... Quiero correr desnudo por
el retiro junto a usted, y que todo mi cuerpo sea la pancarta, que le ofrezco
para que escriba sus protestas más febriles, sus mensajes más subversivos, sus
proclamas más necesarias; sólo con una condición, resérveme el pene para
escribirle un breve mensaje, un haiku, una sentencia, un poema de amor.
Nunca pensé que esto
del marxismo sería así, incluso hoy me he despertado con una polución,
sintiéndome sucio pero libérrimo a la vez, y es por esto por lo que la invito a
usted y a sus camaradas a convertirme en su cobaya, en su esclavo, en su
siervo; toménme sobre una mesa, usenme en su lucha, hagamos de este dificil y
gris noviembre, nuestro mayo del 68, y debajo de los adoquines estaré yo
completamente desnudo, envuelto en una raida manta, presto para ser disfrutado.
Déjeme que derribe
los tópicos, que destruya al arquetipo, que la abrace durante horas despues de
hacerle el amor, que levante la tapa del water, que la escuche cuando llegue a
casa durante horas, que vea con usted el tiempo entre costuras, que le cocine,
que la adore, que le deje su espacio... úseme como eunuco ceremonial, únteme en
brea, amordáceme en la oscuridad de su piso franco, pero téngame cerca, porque
hoy algo ha cambiado en mi interior.
De no aceptar mis
proposiciones facilíteme su número de telefono, para al menos y por caridad
cristiana, poder llamarla en la oscuridad y jadear durante un rato.
Siempre suyo
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