viernes, 14 de junio de 2013

VERANO AZUL, EL CÓDIGO DA VINCI IBÉRICO PARTE I


Tengo un recuerdo de la niñez y es que mi madre no me dejaba ver Verano Azul. No me preguntéis por qué, ella simplemente decía que no era apropiado para niños, entiendo que es porque salían padres divorciados y otras depravaciones que no debían ponerse al alcance de un infante de corta edad, cosas del tardofranquismo y los albores de la democracia… Nunca he entendido esto, creo que era el único niño de España que tenía que ver verano azul a escondidas. Es una de esas cosas a las que les das vueltas las noches de insomnio, que siempre salen en las regresiones hipnóticas, o que confiesas a un extraño acodado en la barra de una venta mientras apuras una copa de Soberano.

Los que me conocen saben mi debilidad por las teorías de la conspiración, y creedme si os digo que se me da muy bien detectar los fallos de matrix; a modo de ejemplo diré que creo ser una de las dos personas del mundo que hemos descifrado el código que rige las apariciones de Jose María Aznar desde que abandonó la presidencia (esa excéntrica teoría de que si lleva el labio superior completamente rasurado es un punto y si lleva algo de pelo, aunque sea pelusa, es una raya… morse!!!, cada aparición pública es un punto o una raya, el contenido de la comparecencia es retorcido atrezzo, y sólo podrá ser descifrado con la perspectiva de la historia).
La cuestión es que las noches de insomnio me han ayudado a comprender toda la verdad que escondía la serie de Mercero, una serie quién sabe por quién concebida, por qué poderes fácticos, que transmitía mensajes adoctrinadores y mesiánicos que entonces no sabíamos comprender.
Quiero empezar por centrarme en la figura de Pancho, Pancho era ese niño oriundo de un pueblo costero, que veía como cada verano venían niños de Madrid con sus polos Lacoste y sus ciclomotores vespino, con unos padres que nunca escatimaban en darles monedas para el futbolín o comprarles frigopiés. Para Pancho su pueblo se convertía cada verano en arcadia feliz, cuando llegaban aquellas niñas del barrio de Salamanca, con las ingles brasileñas hechas y le buscaban como se busca al buen salvaje, porque tenía un vínculo sincero con la ruralidad, con el yo primigenio y arcaico, conocía los secretos de la naturaleza a fuerza de pastorear sus cabras…
Pancho no iba a la playa, nunca salía en plan ocioso, en la serie siempre iba con la bici como con prisa de aquí para allá, sólo pisaba la orilla del mar para coger coquinas, cómo se ve en algún capítulo, que sin duda luego vendía a los veraneantes… era “working class” y Mercero hace un guiño a los iniciados presentándolo como el único personaje con el pelo largo. Esto no es baladí, en medio de la transición todos sabían lo que representaba Pancho y su melena, una amenaza, una ruptura, al temible burlón que primero robará la flor de nuestras hijas, para terminar apropiándose de nuestro estatus y de los medios de producción.
 

El maestro Mercero, con un manejo del lenguaje críptico sobresaliente, fraguado a base de capear a la censura durante el franquismo, revela soterradamente la progresiva pérdida de la virginidad de todas las chicas de la serie a manos de Pancho, representándolo metafóricamente como la aparición de la chica montada en bicicleta. Cuando en el capítulo 5 Bea aparece montando una Orbea rosa y mirando a Pancho con ojos golosos le dice: “no encontramos a Tito…” claramente está revelando la pérdida, la pérdida de la inocencia, y la bicicleta contribuye a la representación de la chica como una suerte de lady godiva contemporánea. Ahora entiendo que mi madre cuando veía la cabecera de la serie me mandaba a jugar con los tente, bicis, silbiditos,… sabía perfectamente de que iba aquello…de folleteo.

Nunca se vieron a los padres de Pancho, pero por otro lado tenemos lo que los estudiosos del medio vienen a llamar “El Pancho doliente” y es cuando pancho corre ataviado con una camiseta de rayas amarillas y negras por todo el pueblo para finalmente llegar a la playa, donde sus amigos burgueses juegan al balón, gritando Chanquete ha muerto, chanquete ha muerto!!!, excesiva muestra de dolor para un adolescente que a esa edad sólo piensa en el botellón, es una reacción propia de los dramas clásicos ante la muerte del ser amado… un momento… quizás Mercero nos cuenta entre líneas que chanquete aún mariscaba a pesar de su edad, quizás nos muestra a Pancho cómo el efebo de Chanquete que lo alojaría, dándole manutención en su barco varado, poniendo su pensión a gananciales. Parece dar a entender que Chanquete murió mientras hacían vete a saber qué, sólo tenemos el dato de que Pancho en aquel juego turbio, iba vestido de abeja maya. Creo que es de todo esto de lo que mi madre trataba de protegerme.
En sucesivos post iré aportando más claves de esta serie que consiguió romper con los valores tradicionales y sentar las bases del complejo y salvaje mundo que nos está tocando vivir.

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