miércoles, 18 de diciembre de 2013

CUENTO DE NAVIDAD


Los niños gritaban en el portal, mientras su mujer abría el buzón con celeridad sacando torpe y apresuradamente las cartas; al distinguir un sobre beige de papel de calidad, automaticamente algo se le activo en  lo más profundo de su cerebro.

Desde que tenía uso de razón recordaba a su padre mirando tres o cuatro veces diarias el buzón de casa, escudriñando entre las facturas y folletos comerciales, esperando tener noticias suyas. Aquella relación epistolar forjada a lo largo de tantos años, era uno de los pilares en los que se fundaba su vida y para la familia era el hito que marcaba el comienzo de la navidad.
 
Es común ser seguidor de bandas de rock o equipos de fútbol, pero ser fanático de una empresa era algo realmente singular en aquellos tiempos. Mucho antes de que los hipsters adoradores de la manzana, besaran el suelo que pisaba Steve Jobs, él sentía una devoción casi cofrade por El Corte Inglés y por la figura de Don Isidoro. No en vano, su padre ganó la insignia triangular de oro y esmeralda por haber sido el que más veces había indicado en facebook que le gustaba El Corte Inglés.
 
Lo recordaba al borde de la ebriedad, manteniendo conversaciones con sus amigotes en cualquier bar sobre lo fiable que era el Corte Inglés y lo estricta que era su política de atención al cliente; Cuando su padre hablaba de El Corte Inglés la gente lo escuchaba como si fuera  Martin Luther King reencarnado. Esto se hacía especialmente patente cuando narraba como le devolvieron un portatil después de usarlo, aquella anécdota que mi padre adornaba hasta darle la misma emoción que la persecución nocturna por el parque de Maria Luisa, hacía que te entrasen ganas de ir al El Corte Ingles y vivir una eterna semana fantástica, de ser acunado por Don Isidoro mientras te susurra al oido las ofertas de los ocho días de oro.
 
Llevar la memoria a aquellos rincones le llenaba de nostalgia, recordaba las palabras de su padre cuando abría aquel sobre de papel de considerable gramaje y sacaba la felicitación, normalmente la reproducción de algún cuadro del nacimiento del mesías... Todos los hermanos nos sentábamos junto a él con la solemnidad del que asiste a un hecho histórico:
- "Hombre  la epifanía de Zurbarán!!! qué gusto tiene este hombre... Es otra de las cosas que compartimos Don Isidoro y yo, nuestro gusto por el Barroco, cualquier año de estos nos sorprende con la adoración de los pastores de Murillo"
 
Acto seguido con parsimonia cogía el christmas y lo colocaba junto al belén veneciano entelado, sobre el que su padre guardaba también un granado numero de anécdotas. Luego cada año les decía lo importante que eran los detalles en la vida y afirmaba que Don Isidoro debía su éxito al cuidado de las formas y a una portentosa memoria, que le permitía felicitar personalmente a todos los españoles por navidad y su cumpleaños. Nunca lograron convencerle de que lo hacían mediante un sistema informático, nunca les dejó, para él eso era la mágia de la navidad.
 
Recordaba a su padre cada tarde cómo se ponía su viejo abrigo de paño gris con grandes solapas y se colocaba frente a la fachada del centro comercial para observar durante horas los muñecos de Cortylandia.  La revolución tecnológica que supuso el 3D y las modernas técnicas de mapping hicieron que la mezcla de autómatas y canciones quedara rapidamente desfasada...aquel fue el principio del fin.
 
Parece que fue ayer cuando una tarde de abril, al salir del trabajo, descubrió a su padre anciano en la Plaza del Duque mirando a la fachada desnuda de El Corte Inglés, susurrando aquella cancioncilla:
 
"...Cortylandia, Cortylandia, vamos todos a jugar... alegría en estas fiestas porque ya es navidad...."
 
Hacía ya muchos años, pero recordaba nitidamente como lo miró fijamente para decirle:
 
- ¿Hijo te gustan los muñecos de este año?
- ¿Ves el reno?, que bonita es esta mierda...
 
Y acto seguido derrumbarse como un carámbano prendido de una cornisa. Sosteniéndolo entre sus brazos, lo miró a los ojos.
 
- "Papa, ha llegado la felicitación de Don Isidoro... luego la pondremos juntoal belén, otro año más se ha acordado de nosotros..."
 
Su padre se apagó lentamente con una sonrisa en los labios.
 
Dentro del ascensor su mujer abría las cartas del banco y publicidad para a continuación romperlas en dos pedazos, una tras otra: banco, ras, publicidad, ras, banco, ras...Cuando cogió el sobre beige la tomó de la muñeca para arrebatárselo lentamente. Se puso en cuclillas para poder mirar a los ojos a sus hijos y decirles:
 
- "Chicos, os voy a hablar de un amigo... se llama Don Isidoro."
 
Felices fiestas

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