lunes, 25 de octubre de 2010

AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS 80

Seguro que alguna vez en una conversación hemos pensado que hacer si tuviésemos una máquina del tiempo; siempre alguno salta con la feliz idea de ir al pasado e inventar algo que fuera la polla…no se, me iría al siglo XVIII e inventaría la energía nuclear, iría a 1940 e inventaría la televisión, pasaría a la historia, sería famoso etc… Vamos a ver, realmente nadie sabe como funciona la televisión, ni mucho menos fabricar una, a menos que trabajes en la Phillips. La única manera de hacer dinero con una máquina del tiempo la inventó Marty Mc fly en regreso al futuro II, ir al futuro conseguir resultados deportivos, volver al pasado y apostar.

Pero hay un momento de la historia, perfecto para utilizar la máquina del tiempo y pasar a la posteridad…. Los años 80. La década de los 80 era la década del todo vale, la humanidad vivía con la amenaza constante e inminente del Holocausto Nuclear y eso favoreció una cultura del consumo de lo más imprevisible y extraña.

Imaginad aterrizar en el año 85 con vuestra máquina del tiempo, yéndoos del tirón a una empresa juguetera, pedir cita con el gerente y decirle… lo tengo, vamos a petar el mercado, pondremos unas mierditas de madera atadas a una guita, le pintamos ojos y boca y los vendemos a 25 pesetas bajo el nombre de chinitos de la suerte ¡TOCATE LOS COJONES!, los ponías en el kiosko a 25 pelas y “voilá” toda la peña con chinos de la suerte… Te abres tu cuenta en suiza para que te ingresen los beneficios y te retiras a beber Dom Perignon, conducir tu Bentley e ir al casino de Montecarlo con tu smoking blanco.

Podrías entrar en medio del consejo de administración de Abanderado y gritar: ¡LO TENGO!, vendamos unos calcetines tobilleros sin la parte de meter el pie, para que la gente se los ponga encima de los pantalones… los llamaremos calentadores y al poco tiempo se agotarían de todas las mercerías. Acto seguido y como no podía ser de otra manera, velero en las Barbados, cubo con hielo, Moët y putas en cubierta bailando desnudas.

Esta cultura de consumir cosas gilipollas tiene una explicación sociológica: El Holocausto Nuclear. En los 80 se vivía con la certeza de que había dos tipos con botones rojos que podían desencadenar una hecatombe sin precedentes, vivías con la impresión de que te quedaban meses de vida y eso relativizaba mucho el concepto de acumulación de riqueza. Era el “convento´s way of life”, es decir para lo que me queda en el convento me cago dentro, si no como encontrar explicación a que un padre comprase un bote de blandiblú, pagar 500 o 1000 pelas por mierda pegajosa en un bote, parece una locura, pero era razonable con la óptica de aquellos años de la guerra fría.

Dadas las posibilidades que veo tiene el tema, queda inaugurada (a modo de pantano) esta sección que tendré a bien llamar AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS 80.

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