
Pero hay un momento de la historia, perfecto para utilizar la máquina del tiempo y pasar a la posteridad…. Los años 80. La década de los 80 era la década del todo vale, la humanidad vivía con la amenaza constante e inminente del Holocausto Nuclear y eso favoreció una cultura del consumo de lo más imprevisible y extraña.

Podrías entrar en medio del consejo de administración de Abanderado y gritar: ¡LO TENGO!, vendamos unos calcetines tobilleros sin la parte de meter el pie, para que la gente se los ponga encima de los pantalones… los llamaremos calentadores y al poco tiempo se agotarían de todas las mercerías. Acto seguido y como no podía ser de otra manera, velero en las Barbados, cubo con hielo, Moët y putas en cubierta bailando desnudas.
Esta cultura de consumir cosas gilipollas tiene una explicación sociológica: El Holocausto Nuclear. En los 80 se vivía con la certeza de que había dos tipos con botones rojos que podían desencadenar una hecatombe sin precedentes, vivías con la impresión de que te quedaban meses de vida y eso relativizaba mucho el concepto de acumulación de riqueza. Era el “convento´s way of life”, es decir para lo que me queda en el convento me cago dentro, si no como encontrar explicación a que un padre comprase un bote de blandiblú, pagar 500 o 1000 pelas por mierda pegajosa en un bote, parece una locura, pero era razonable con la óptica de aquellos años de la guerra fría.
Dadas las posibilidades que veo tiene el tema, queda inaugurada (a modo de pantano) esta sección que tendré a bien llamar AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS 80.
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