
Siendo realistas ningún jugador del mundo aguanta una comparación con Messi, y cuando digo ninguno es ninguno; a menos que comparemos quién hace más abdominales, entiende más de putas o lleva el tanga más apretado, en cuyo caso ganaría sin dudar Cristiano Ronaldo.

Lionel Messi, me gustaría matizar, no es una estrella porque no brilla en las pasarelas que convierten a comunes mortales en mitos sobrehumanos. Leo no es una estrella, porque al contrario de la aparición mediática de deportistas más allá de los campos de juego, él se erige y se postula como jugador de fútbol.
Es muy sencillo escribir sobre este pibe de oro cuando es el jugador que más goles anota, el compañero que más asistencias realiza y el crack que más y mejor regatea mientras las defensas rivales se cierran y lanzan la llave del candado al foso de los cocodrilos.

Lionel Messi es el mejor jugador del mundo, no sólo porque marque, asista y regatee como nadie, sino porque lo hace en silencio y lo hace en el campo, en la cancha es un hombre, un compañero y un ejemplo de grandeza deportiva.
Es tiempo de olvidar que Messi puede ser como Maradona, Messi es como Maradona, o quizás mejor que Maradona. Leo alcanzó la condición de clásico, clásico como Cervantes, como Beethoven, como Michael Jordan, como Egon Schiele... Es un clásico porque las barreras del tiempo son superadas por su trascendencia.
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