miércoles, 15 de diciembre de 2010

LETRA MENUDA. VERDES Y RASGADOS. Folletín melodramático en tres Actos.

Parte I. 15 DE NOVIEMBRE DE 1935

Rodrigo Nuñez subió esa tarde los cincuenta y cuatro peldaños de mármol que conducían hasta el lupanar que regentaba mademoiselle Trenant, una viuda que presumía de haber tenido como clientes a los más destacados artistas de Monmartre. Los viernes por la tarde el salón del pequeño piso del centro de la ciudad se llenaba de bachilleres de familias bien de toda la provincia, que apuraban sus pagas antes de volver a casa el fin de semana.

El burdel tenía fama de local con clase, con un aire algo decadente y bohemio. Mientras una gramola inundaba el aire con boleros y canciones francesas, las chicas vistiendo batines de seda desfilaban entre los clientes que apuraban sus copas de Cognac.

Rodrigo hacía tiempo que venía sólo, sin compañía de sus amigos, para encontrarse con Carmelita. No había faltado ni un viernes a su cita, desde aquel día de agosto en que sus hermanos mayores le llevaron para que se estrenase a lo grande. De no ser porque sus hermanos reconocerían aquellos enormes ojos verdes y rasgados, hace tiempo que la hubiese sacado de aquel lugar, liberándose de la angustia que le producía imaginarla con otros hombres, hace tiempo que le hubiese pedido matrimonio. Su familia podría llegar a tolerar que acabase con alguien que no fuese de su clase social, pero jamás con una puta.

Ese año Rodrigo acabaría sus estudios de ingeniería, y su padre le había preparado un prometedor futuro en Casablanca, donde sus contactos le garantizarían un buen cargo en la empresa francesa encargada de la construcción de la línea de ferrocarril.

Rodrigo esperaba ansioso la llegada del viernes, nada le importaba el grupo de hombres con brazaletes de la CNT que se apostaban cada tarde bajo el burdel y murmuraban a sus espaldas, nada ni nadie podía evitar que cada viernes fuera a mirarse en los ojos de Carmelita, para morder suavemente cada rincón de su piel y sumergirse finalmente entre sus muslos torneados. Otras tardes las pasaban riendo como novios, o charlando durante horas sin ser conscientes del tiempo. A mademoiselle Trenant tampoco le importaba el tiempo, sabía que el dinero nunca fue problema para aquel joven, no en vano pertenecía a una de las familias más acaudaladas de la zona.

Rodrigo simplemente se entregaba a disfrutar del momento, sabiendo que el año próximo estaría en África, lejos de todo, lejos de Carmelita…

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