viernes, 17 de febrero de 2012

LETRA MENUDA. LA VERDADERA HISTORIA DE IGNACIO MÁRQUEZ, EL NIÑO MATUTANO. ACTO III

El niño Matutano vivía en una habitación acondicionada en la fábrica, cuidado por la señora Dolores, una mujer madura viuda de un antiguo trabajador que murió tras caer a una caldera de aceite hirviendo mientras freía patatas al jamón, la compañía le dio un trabajo como señora de la limpieza y la alojó en una dependencia en la propia fábrica, la empresa con esa actitud paternalista evitaba que la mujer pudiera sacar a la luz las precarias condiciones laborales de los trabajadores de la factoría, especialmente duras en el caso de los llamados freidores, trabajadores encargados de verter los lebrillos de patatas cortadas en piscinas de aceite hirviendo.

Al principio sacaban al niño Matutano cuando había alguna visita escolar a la fábrica; todos los niños se acercaban a fotografiarse a su lado, ninguno se burlaba porque creían que era un enano disfrazado. El niño deleitaba al personal con un bailecillo que le habían enseñado, una suerte de claqué muy técnico y acompasado, que ejecutaba con la precisión de un autómata.

El niño Matutano a pesar de su cautiverio podría decirse que tuvo una infancia feliz, era el santo y seña de una empresa que gracias a su imagen había conseguido una posición dominante en el mundo del snack, y eso le aseguraba sacos de juguetillos y merchandising vario y para un niño de los 80 el sinónimo de bonanza y riqueza es un esportón de tazos y chorraditas de plástico para jugar.
Matutano era el referente para los otros fabricantes de aperitivos que asistían con envidia e impotencia a la forja de un imperio. En aquellos convulsos años de recién estrenada democracia, la fabrica de Matutano sufrió un atentado del que no hubo que lamentar perdidas humanas, introdujeron una patata bomba, que estalló destrozando la zona de recepción de materia prima y el cubículo donde vivía Ignacio Márquez que por suerte se encontraba recibiendo una visita del Colegio de María Auxiliadora de L´Hospitalet de Llobregat.

La policía filtró a la prensa que había sido un atentado del GRAPO, pero la verdad es que todas las pistas parecían demostrar que fueron sicarios contratados por Grefusa y Risi. El Ministro del Interior de la época Antonio Barrionuevo no quería verse inmerso en la guerra de las mafias del aperitivo, principalmente porque no sabía como podrían influir en el proceso de transición los siempre poderosos lobbies del snack, y es por esto por lo que con buen criterio decidió dar carpetazo al asunto (Victoria Prego hizo un documental recientemente donde demuestra la sorprendente conexión de este hecho con el 23-f).

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