viernes, 24 de febrero de 2012

LETRA MENUDA. LA VERDADERA HISTORIA DE IGNACIO MÁRQUEZ, EL NIÑO MATUTANO. ACTO V Y ÚLTIMO

La Señora Dolores y el adolescente Matutano vivieron durante algunos meses discretamente, sin hacerse notar mucho, entregados a los placeres de la carne, fornicando cada día como si fuera el último de sus vidas.
Pero un buen día los auditores de Mr. Stuart descubrieron un extraño apunte contable: “Asignación del niño y de Loli”. El americano no daba crédito cuando le contaron que había dos personas desde el año 75 viviendo en cautiverio, rápidamente los mandó llamar a su despacho mientras telefoneaba al bufete neoyorquino de Fritolay, temiendo tener que afrontar una indemnización que arruinara sus planes de expansión.
Cuando los guardias de seguridad irrumpieron en el pequeño apartamento de la señora Dolores, esta se encontraba yaciendo desnuda mientras el niño Matutano le leía un libro de poemas de Dylan Thomas. Se vistieron y acompañaron a aquellos hombres de uniforme azul encogidos por el miedo y la incertidumbre.
Ignacio Márquez reconoció el suelo pulido de la planta noble, que había observado años atrás bajo la manta de lana. La doble puerta de roble se abrió cadenciosamente para dejar entrar a la pareja que muy despacio avanzaban cogidos de la mano. Mr Stuart los recibía con la más anglosajona de las sonrisas, aprendida en la escuela de negocios de Hardvard, que se convirtió en una mueca amorfa al observar la dimensión de la cabeza del niño Matutano. El viejo Stuart sabía que ningún jurado tendría piedad con una empresa que mantenía en cautiverio a dos personas, mucho menos si uno era un dismcapacitado. Eso suponía una indemnización millonaria que se llevaría al infierno a la filial española y a su reputación como hombre de negocios.
Con grandes aspavientos se hizo el indignado y les garantizó que sabría recompensarles, que se había tratado todo de una burla del destino y que la actual compañía nada tenia que ver.
- “Por supuesto son ustedes libres de ir donde quieran…deben irse ahora mismo”
Ambos se miraron sorprendidos y fue en ese instante cuando el niño Matutano soltó un grito seco y ronco, muy animal, para súbitamente romper a llorar. La señora Dolores les hizo ver que ambos eran como jilgueros enjaulados, sobre todo Ignacio que no conocía otra vida que la del interior de la fábrica. Ella había renunciado al mundo durante años y ahora que estaba entregada a aquella vida de fornicio y contemplación no estaba dispuesta a volver al estrés del mundo real.
Mr Stuart les hizo firmar un documento donde renunciaban a cualquier demanda futura así como a cualquier contacto con el exterior a cambio de una asignación perpetua, un trabajo para Ignacio Márquez como portero de la fábrica y una pequeña vivienda dentro del recinto.
Y de este modo Matu y la Señora Dolores envejecen juntos entregados al goce de la cópula y la lectura detenida de los poetas clásicos.



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