martes, 21 de febrero de 2012

LETRA MENUDA. LA VERDADERA HISTORIA DE IGNACIO MÁRQUEZ, EL NIÑO MATUTANO. ACTO IV

Pero Nacho se fue haciendo mayor, y la pelusa que crecía salvaje bajo su nariz rompía la infantil y cándida imagen que tantas bolsas de aperitivo había vendido a lo largo del mundo, su vocecilla infantil que tanto gracejo daba a las cancioncillas alegóricas al snack, que cantaba para deleite de los empleados y visitantes de la factoría, se había tornado en un vozarrón entrecortado y áspero a veces que resultaba muy molesto, especialmente a los oídos de la familia Matutano que veían en esto un presagio del declive de su emporio del ganchito.

La primera medida que tomo la dirección fue confinar a Nacho Matutano a su celda mientras pensaban que hacer con él, atrás quedaban los bailes, las canciones y los largos paseos en pony por el aparcamiento de la fábrica. La segunda iniciar contactos con la multinacional americana Fritolay Inc. para vender la empresa.

Podría decirse que Ignacio Márquez se hizo un hombre en la nochevieja del año 1987, después de cenar un plato de cochinillo que la señora Dolores había preparado y tras tomarse las uvas, se quedó viendo el programa de fin de año. Después de un par de actuaciones apareció una chica medio bizca y con la ropa ceñida que hizo que el niño Matutano sintiera algo extraño dentro de sí; después de bailar y cantar durante un rato uno de los turgentes senos de Sabrina Salerno escapó de la camisola que milagrosamente los contenía y Nachete se puso burro como Platero y Yo. El pijama de comando G le apretaba en la zona escrotal y sintió una imperiosa necesidad de visitar a la señora Dolores, que lo recibió de buen agrado porque la pobre mujer se encontraba muy sola.

Esa noche, después del coito, mientras Dolores lo abrazaba dormida pensó en su pueblo y se vio asimismo como el hombre que era bailando aquel patético bailecillo y por primera vez en su vida sintió unas irrefrenables ganas de llorar.

Al día siguiente había un revuelo extraño en la empresa, todo era un ir y venir de trabajadores con carpetas y documentos. Los Matutano habían vendido la empresa a los americanos que habían puesto al frente a John F. Stuart un tiburón de Wall Street con fama de gestor eficiente, al que Fritolay encomendó su desembarco en el viejo continente.

Prepararon una gran fogata en el aparcamiento y antes de la llegada de Mr. Stuart se afanaron en quemar todos aquellos documentos comprometidos, como la receta que exponía que los entonces muy cool Bocabits no eran otra cosa que torrezno tostado.

Mr Stuart desembarcó como un elefante en una cacharrería, además de modernizar la fábrica y adaptar los procesos productivos a los estándares americanos, trajo bajo el brazo una nueva marca Ruffles que sustituyó a Matutano. En este contexto de progreso y modernidad no tenía sentido aquel logotipo, producto de la reinterpretación de la cabeza hiperdesarrollada de Ignacio Márquez.

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