lunes, 13 de febrero de 2012

LETRA MENUDA. LA VERDADERA HISTORIA DE IGNACIO MÁRQUEZ, EL NIÑO MATUTANO. ACTO II

Cuando llegaron a la fábrica, el publicista tapó a Carapeloto con una vieja manta raída que guardaba en el maletero y ambos de la mano entraron por uno de los muelles de descarga, era importante no encontrarse con nadie que pudiera hacer preguntas incómodas por eso seleccionaron un itinerario tortuosos entre los almacenes y áreas de tostado de producto.

El pequeño sintió un hambre terrible cuando ese olor se coló bajo la manta gris de lana, un delicioso aroma que le acompañaría durante el resto de su vida, pero no dijo nada, pensó que en aquellas circunstancias era mejor permanecer en silencio.

Bajo la tela, Ignacio Márquez se afanaba en mirar hacia abajo intentando ver sus pies y así no tropezar, eso le permitió observar como el pavimento había cambiado, el suelo vulgar y continuo de cemento había dado paso a un pavimento de piedra pulida que reflejaba una gran cantidad de luz; escuchó al hombre saludar educadamente a una señorita y preguntar por el presidente.

- “Dígale que es importante, he encontrado lo que buscábamos”.

Una intensa luz proveniente de un gran ventanal cegó momentáneamente al niño una vez el publicista le retiró la manta que cubría su cabeza. Al fondo de la habitación, a contraluz tres siluetas se agitaban y murmuraban nerviosas. Carapeloto había escuchado muchas veces ese murmullo, la primera vez que fue al colegio, cuando algún forastero llegaba al pueblo…

El publicista alzó la voz y cogiendo al pequeño por un brazo dijo Sres. les presento a la imagen de su empresa, les presento al … “niño Matutano”.

- “Sonrie Nachete” dijo el publicista mientras sacaba de su gabardina una libreta de pastas de cuero.

Mirando al niño dibujó algo con trazo vigoroso y rápido, una suerte de caricatura de un niño con la cabeza redonda y sonriendo, arrojó el cuaderno abierto sobre la gran mesa de caoba y exclamó:

- “Señores prepárense para ganar mucho dinero, hoy he hecho por ustedes lo que Warhol hizo por la Coca Cola y eso les va a costar unas buenas pesetas”.

A día de hoy nadie termina de entender porque retuvieron a Ignacio Márquez, confinándolo a vivir en la fábrica, dicen que el proyecto inicial además de usar su imagen como logotipo planteaba tener al niño como una suerte de mascota, como un Ronald Mcdonald de los aperitivos que saliese en programas infantiles como los Chiripitiflauticos o la Bola de Cristal. Tener un pequeño esclavo al servicio de la compañía es inconcebible hoy, pero los directivos pensaron que si se había hecho con Joselito, ellos también podrían hacerlo.

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